Tomo prestada esta reflexión que me parece muy buena. Ángel un amigo y un tipo comprometido y con pensamiento. Gracias por estas lineas.
Por Ángel Serra.
Deshistorizar la política, pretender desconocer el conflicto social a
través de la anulación de nuestro pasado, conlleva la banalidad de una realidad ilusoria: la de vivir en un país utópico donde reinan la alegría, la concordia y la amnesia.
Deshistorizar la política es un imperativo categórico de ese uno por ciento que entiende que el manejo del Estado debe quedar al margen de las mayorías para ser tutelado y ejecutado en primera persona por banqueros, lobbistas, gerentes
Deshistorizar la política es un imperativo categórico de ese uno por ciento que entiende que el manejo del Estado debe quedar al margen de las mayorías para ser tutelado y ejecutado en primera persona por banqueros, lobbistas, gerentes
o tecnócratas.
Cada vez que los argentinos debatimos con pasión y toma de posición (como no puede ser de otra forma) en torno de figuras polémicas y maravillosas como Rosas, Sarmiento, Alberdi, Roca o Evita sucede algo notable, incluso mucho más interesante que el mero balance de sus aciertos o errores: concluimos al fin que todos somos parte de un mismo colectivo; que nuestra intervención o indiferencia en los procesos históricos tienen consecuencias tangibles, de largo plazo, para nosotros y los que queremos. Entonces, en algún momento, nos damos cuenta de que la Historia –para bien o para mal- nos atraviesa y nos obliga a ser parte de su corriente. Cada quien asume cómo: algunos, como hojitas, se dejan arrastrar sin más por el vértigo caudaloso de los días y las noticias. Otros, los memoriosos, aprendieron las viejas y duras lecciones que cuentan que ciertos derroteros ya transitados no deben ser aceptados ni tolerados.
Desde el punto de vista de nuestras clases dominantes el debate histórico es poco constructivo: Rosas, Sarmiento, Alberdi, Roca o Evita nada tienen para enseñarnos, sólo aportan desencuentros. Representan una de las muchas grietas que –por nuestro propio bien- deben ser selladas.
Por suerte, los animalitos no tienen ninguna historia para contarnos.
En ese sentido, los horneros, las ballenas y los guanacos les resultan infinitamente más simpáticos y definitivamente menos peligrosos.