Valencia, un lugar para conocer (parte 1)




Cuando visité por primera vez España en el año 2000, Valencia era de esas ciudades que aparecen en las guías del viajero como “si quiere pasar pase, pero si quiere seguir también siga”... incluso recuerdo que yo me guiaba (como buen novato en las artes de viajar con mochila), por un color que resaltaba los lugares dignos de conocer (color verde), los que no (sin color), y VALENCIA (un amarillo descolorado)
Como la Biblia del católico seguía casi al pie de la letra esas recomendaciones y así fue como, en mi largo recorrido de mes y medio por España, casi tenía la seguridad de los lugares que debía descartar para optimizar al máximo el conocimiento de un país que me resultaba (desde todo punto de vista) “TODA UNA EXPERIENCIA QUE DEBIA VIVIR”
Así fue que emprendí mi viaje por tierras gallegas (como tantos otros que venimos del NUEVO CONTINENTE), buscando las tan preciadas RAICES que nos unen con éste lado del mundo para luego recorrer éstas geografías sin rumbo, ni dirección, ni tiempos...
Les voy a ahorrar los por menores típicos de un mochilero porque sería tema para otro relato, pero al empezar a bajar de norte a sur en cualquier parte de Europa, en éste caso España, y arribando a un lugar precioso como es Toledo, tuve que replantearme el viaje de mil maneras...
El que haya podido viajar por Europa en los meses de Junio, Julio, ó Agosto, sabrá bien de que estoy hablando...
Por esas fechas las temperaturas promedio nunca bajan de los 35 grados a la sombra, y por lógica, cuanto más al sur se vaya mas calor encontraremos a nuestro paso (por la ubicación de los hemisferios, es proporcionalmente inverso a lo que pasa en el sur del continente americano)
Bueno, se imaginarán que el paisaje de Toledo me regocijó el alma, pero también imaginarán que el calor reinante me re-achicharró los pies, brazos, cabeza, piernas, bah!, el cuerpo...
Siempre que puedo cuento que fue la primera vez en mi vida que tuve que dormir completamente desnudo y con una toalla empapada sobre mi cuerpo, (un sofoque sin precedentes para mí)
Si bien consideré necesario contar ésta primera parte del viaje, el objetivo de este relato no es (en sí mismo ese viaje), sino mas bien como el destino tuerce a veces los caminos de uno que al final tomé una decisión urgente y acalorada para poder sobrevivir el resto del viaje sin que el sol español me truncara un sueño elaborado por años...
Les decía antes que el itinerario me llevaba (sin demasiadas estructuras) hacia el sur, y recién iba por el mismo centro de España y pensé que me moría del calor (yo, mi mochila y la mochila de mi ex cargada de depiladoras eléctricas, transformadores, planchita para el pelo, transformadores otra vez y miles de cosas innecesarias por donde las miren), que por supuesto terminaba cargando yo!
Hubo que tomar una decisión rápida porque la vida de quien les escribe corría todo tipo de peligros, por el clima y por el peso de tanta cosa absurda, y así fue como en la estación de autobuses de Toledo busque el primer bondi que fuera hacia cualquier parte de España en donde hubiera agua, y ese lugar, (apoyando mi dedo y deslizándolo en línea recta de oeste a este sobre el mapa de la península fue: VALENCIA)... la ciudad que aparecía en amarillo descolorido en la Biblia del viajero.
Pero ésta va a ser la segunda parte de mi relato, no quiero aburrirlos de un saque, prefiero aburrirlos varias veces seguidas... continuará