Las gracias también a todos los que están comentando y a todos lo que nos votaron, lo que hace que en el concurso organizado por INTEL nos miren con otros ojos. Es una de esas cosas que suceden sin pensarlas, este quería ser un espacio que de alguna manera reemplazara el programa de Radio que intentamos hacer durante el verano de Calafate y que quedo frustrado. Por eso el volveremos y seremos Radio. Y termino siendo un extraño y a la vez alucinante lugar donde confluyen amigos, conocidos, vecinos que no conocemos, gente que esta en otros paices y que se siente identificado con alguna opinión y para muchos también se convirtió en una especie de paso obligado, un lugar al que vienen por unos mates virtuales y que les hace bien, esas cosas que repetimos sin sentir obligación.
Por todo eso gracias y vamos a esforzarnos mas para que no se cansen de venir todos los días.
Y ahora quiero volver un minuto a los comentarios y los mails que nos hacen llegar, hace unos días nos escribió Mery, de ella quiero destacar dos cosas. La primera la sinceridad con la que escribe como diría mi querido Julio "la visión primera del mundo el que describe su entorno como un canto de alabanza". Y la segunda que nos haya participado de esta carta muy personal ya que se la envió a su familia a los pocos días de venirse a Calafate.
Gracias Mery y a continuación su carta.
Les cuento que acá... en el sur, o el culo del mundo (como más les guste) nosotros nos acostumbramos a miles de cosas...
Nos acostumbramos a que haya días en los que se corta la luz cada media hora, a que se corte el agua, a que la gente esté de paso, a que haya más extranjeros que locales, a que todo de alguna manera sea efímero... Nos acostumbramos al frío por las noches, a salir a todos lados con alguna camperita, a que caiga nieve como si fuera la última vez y después el sol en media hora se encargue de borrar todas las huellas...
Nos acostumbramos a vivir de prestado, a que los alquileres salgan una fortuna, al kilo de helado a $32, a hablar en neutro (o en gallego o en ingles, francés, portugués o cualquier otro "idioma" según el caso), nos acostumbramos a ver las mismas caras, los mismos lugares... hasta los mismos perros...
Nos acostumbramos a acostumbrarnos... a vivir cambiando de: gente, pasajeros, casas...
Nos acostumbramos a despertarnos viendo las montañas, a que el kempinski nos haya tapado la vista al lago, a dar vueltas en la costanera...
Nos acostumbramos a ir a la playita en verano pero sin meternos al agua... al hospital público, a la falta de semáforos, la falta de colectivos, a bajar al pueblo a hablar por teléfono, a comprar cigarrillos una vez por semana, a la falta de cosas... de repente el pueblo se vacía de algo y esperamos pacientemente a que llegue de Buenos Aires... Nos acostumbramos a ver la ciudad más limpia cuando viene el presidente. Nos acostumbramos a leer las noticias después del mediodía...
Nos acostumbramos a la falta de elementos de lujo tales como: heladeras, lavarropas, secarropas, televisores...
Nuestras diversiones son mucho más limitadas que en la gran ciudad... Nos divertimos viendo el lago correr, viendo nevar en las montañas (en las montañas, no en el pueblo), esperando la luna llena para ir a ver al glaciar. Nos alegramos cuando se llena el lago, cuando se empieza a congelar, cuando abren los bares de siempre, cuando sale el sol y podemos tomar mate junto al arroyo del cañadón, cuando nos juntamos con amigos, cerveza o mate de por medio, a contar nuestras anécdotas de la semana, a revivir viejos recuerdos o simplemente a sentir a las horas pasar...
Quizás para muchos esto es la nada misma, para mí es el lugar en el mundo... ese lugar donde puedo vivir por largo tiempo sin necesitar ver la tele todo el tiempo, donde gracias a lo que sea, no tengo que lidiar con subtes, colectivos, trenes, gente que empuja, que putea, que corta calles, que se queja, que hace ruido, que se apura, que corre, que habla sin respirar, que no entiende que la vida no es eso...
Por suerte, yo también puedo acostumbrarme... acostumbrarme a que hay una vida mejor en algún lado...
Nos acostumbramos a que haya días en los que se corta la luz cada media hora, a que se corte el agua, a que la gente esté de paso, a que haya más extranjeros que locales, a que todo de alguna manera sea efímero... Nos acostumbramos al frío por las noches, a salir a todos lados con alguna camperita, a que caiga nieve como si fuera la última vez y después el sol en media hora se encargue de borrar todas las huellas...
Nos acostumbramos a vivir de prestado, a que los alquileres salgan una fortuna, al kilo de helado a $32, a hablar en neutro (o en gallego o en ingles, francés, portugués o cualquier otro "idioma" según el caso), nos acostumbramos a ver las mismas caras, los mismos lugares... hasta los mismos perros...
Nos acostumbramos a acostumbrarnos... a vivir cambiando de: gente, pasajeros, casas...
Nos acostumbramos a despertarnos viendo las montañas, a que el kempinski nos haya tapado la vista al lago, a dar vueltas en la costanera...
Nos acostumbramos a ir a la playita en verano pero sin meternos al agua... al hospital público, a la falta de semáforos, la falta de colectivos, a bajar al pueblo a hablar por teléfono, a comprar cigarrillos una vez por semana, a la falta de cosas... de repente el pueblo se vacía de algo y esperamos pacientemente a que llegue de Buenos Aires... Nos acostumbramos a ver la ciudad más limpia cuando viene el presidente. Nos acostumbramos a leer las noticias después del mediodía...
Nos acostumbramos a la falta de elementos de lujo tales como: heladeras, lavarropas, secarropas, televisores...
Nuestras diversiones son mucho más limitadas que en la gran ciudad... Nos divertimos viendo el lago correr, viendo nevar en las montañas (en las montañas, no en el pueblo), esperando la luna llena para ir a ver al glaciar. Nos alegramos cuando se llena el lago, cuando se empieza a congelar, cuando abren los bares de siempre, cuando sale el sol y podemos tomar mate junto al arroyo del cañadón, cuando nos juntamos con amigos, cerveza o mate de por medio, a contar nuestras anécdotas de la semana, a revivir viejos recuerdos o simplemente a sentir a las horas pasar...
Quizás para muchos esto es la nada misma, para mí es el lugar en el mundo... ese lugar donde puedo vivir por largo tiempo sin necesitar ver la tele todo el tiempo, donde gracias a lo que sea, no tengo que lidiar con subtes, colectivos, trenes, gente que empuja, que putea, que corta calles, que se queja, que hace ruido, que se apura, que corre, que habla sin respirar, que no entiende que la vida no es eso...
Por suerte, yo también puedo acostumbrarme... acostumbrarme a que hay una vida mejor en algún lado...